miércoles, 29 de agosto de 2012

El «reprimido» patriotismo español



- LA VERDAD
Una aficionada, en Viena, durante la Eurocopa de 2008. :: REUTERS
Escribir sobre el patriotismo español da un poco de miedo, porque parece que con sólo mencionar la expresión uno se está comprometiendo de alguna manera. Una de las últimas ocasiones en las que el concepto ha asomado más allá de los textos de reflexión política fue durante el juicio a Josué Estébanez, el neonazi que en 2007 mató de una puñalada en el corazón al antifascista Carlos Palomino. El diálogo fue así:
-¿Es usted patriota?
 El «reprimido» patriotismo español-Soy español, nada más. Como militar soy una persona a la que le gusta que gane la selección española.
La evasiva del acusado demuestra el endiablado embrollo que rodea al patriotismo español: el hombre quizá interpretó que confesarse como tal equivalía a declararse nazi, así que terminó hablando del aspecto más amable de la identidad nacional, el fútbol. Fuera de los estadios, la bandera española es usada sobre todo por personas de ideologías extremas -los de un lado las exhiben para apoyar sus causas particulares, los del otro simplemente las queman-, mientras que, en medio, mucha gente alberga sentimientos tibios o encontrados hacia la enseña.
«La característica principal del patriotismo español ha sido su carácter reprimido debido a la virulencia de las diversas leyendas negras y a una imagen que identificaba el patriotismo con el franquismo -analiza José Luis González Quirós, profesor de Filosofía en la Universidad Rey Juan Carlos y autor de 'Una apología del patriotismo'-. Es algo de lo que nos vamos recuperando, pero sigue siendo un patriotismo un tanto vergonzante. También ha influido muy negativamente la contraposición de lo español con lo de ciertas regiones que supuestamente no lo eran». Para sortear los distintos abismos que rodean al patriotismo en España, se ha recurrido a conceptos como el 'patriotismo constitucional' o el 'patriotismo republicano', que no se basan en una cultura monolítica o una etnia común, sino en la adhesión a un sistema de leyes que permite la vida libre. Pero esas doctrinas, tan racionales, tan sofisticadas, tan civilizadas, no acaban de prender en los corazones.
En España, lo que de verdad funciona es una buena Eurocopa. El verano de 2008 ha quedado como un periodo excepcional de normalización en el que las banderas adornaron ventanas y balcones sin mayor intención ideológica, aunque también es verdad que buena parte de la población sobrellevó como pudo el empacho de 'la Roja' y el 'Que viva España'. Las celebraciones de la victoria de la selección llegaron a lugares tan imprevistos como el mismo centro de Bilbao. «Al patriotismo español, tan debilitado, le están viniendo bien los éxitos deportivos -confirma González Quirós-. Nos hacen ver que no somos inferiores a nadie, que podemos competir en cualquier terreno».

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